En la historia de la pintura occidental, siempre ha existido diversidad de debates teóricos sobre la
manera correcta, los modelos, los temas, los colores o cuáles han sido las mejores técnicas o formas de
dibujar, por mencionar algunos aspectos que han sido motivo de largas y enérgicas discusiones.
En ese contexto, es posible recordar las “batallas” entre los clásicos y los modernos, entre los
partidarios y defensores del dibujo y los del color. Este tipo de divisiones, o, hasta cierto punto,
rivalidades siguen existiendo en la actualidad entre los diferentes representantes de la pintura
salvadoreña, y se manifiesta a través de un distanciamiento y, quizás, una diferenciación, muchas veces
voluntaria, entre los artistas denominados por la crítica, pintores de la “Vanguardia” y los demás.
El título de la exposición Retaguardia propone, entonces, una reflexión sobre estos otros artistas
y lo que pueden ofrecer.
Renacho Melgar se considera como un artista de la “Retaguardia”, de esos que no se
encuentran en el foco permanente de la crítica y del mundo del arte contemporáneo y que por la elección
de sus temas y propuestas se distancia de la concepción tan manipulada y a veces artificializada de la
vanguardia artística, a la que en más de una ocasión se le podría reprochar su hermetismo interpretativo,
o su falta de profundidad.
Ser pintor de retaguardia presenta entonces ciertas ventajas: ofrece el tiempo necesario al artista
para poder profundizar en la búsqueda de temas y de significados. Tiempo para experimentar con su
arte, modificar y hacer evolucionar su estilo. De esta forma el pintor logra plasmar en sus obras, a través
de su proceso creativo, un significado que vaya más allá de la representación puramente visual o
conceptual. Además, otorga libertad al artista para crear cada pieza sin buscar satisfacer los gustos o
demandas de los espectadores, un aspecto que, además, se aleja de la búsqueda por imponer tendencia
o una moda en el arte.
Esta exposición de Renacho Melgar, nos demuestra que el artista de la “Retaguardia” se
mantiene en la búsqueda permanente de originalidad y de innovación en cada una de sus piezas. Las
diferentes obras de gran formato aquí expuestas, en las cuales se mezclan una serie de autorretratos,
son prueba de ello. Su recorrido revela una metamorfosis interesante y un paso adelante en la evolución
y la búsqueda artística de Renacho Melgar.
Los temas abordados son diversos. Mientras que algunos presentan una facilidad de lectura,
otros esconden significados profundos, simbolismos a decodificar, realidades difíciles y críticas severas
de nuestra política y sociedad contemporánea, tratadas a veces de manera poética, trágica o satírica.
Renacho Melgar utiliza, como parte de su inspiración, un amplio abanico de figuras y modelos
provenientes de textos religiosos, literarios o de la mitología greco-romana. Referencias que siguen
estando presentes en el imaginario colectivo y que han sido previamente representadas en los cuadros
de grandes maestros de la historia del arte.
Por lo general estas temáticas y referencias son vistas con recelo o son despreciadas por los
pintores contemporáneos, por su aparente banalidad, su falta de originalidad o por su dificultad para
renovarlas.
En esta búsqueda y trabajo de más de dos años, Renacho Melgar regresa a los orígenes
académicos de la pintura y por un instante se presenta como un heredero de los maestros renacentistas,
barrocos y románticos a los cuales reinterpreta. En su propuesta, no solamente se rinde un homenaje a
estos pintores emblemáticos, ya sea retomando ciertas figuras, en el uso de una paleta dramática, en su
trabajo sobre la luz, o en sus composiciones; sino que también, estos temas académicos y clásicos están
hábilmente ambientados en un contexto contemporáneo latinoamericano y sobre todo citadino.
Se aprecia también una cohabitación original entre las figuras mencionadas anteriormente y
personajes del siglo XXI, quienes cuentan simultáneamente sus historias, sus tragedias y sus luchas, en
obras en las cuales la ciudad, y específicamente el centro de San Salvador se vuelve cómplice y
protagonista de la narrativa.
La elección de los diversos personajes literarios o reales, que en apariencia todo opone, se
destacan como un aspecto interesante dentro de cada pieza.
Pasado y presente se juntan, mientras los diversos protagonistas comparten la misma búsqueda,
ya sea de aventuras, de libertad, de iluminación, de reconocimiento o de esperanza.
Pero esta vez la mayoría de figuras reales no son héroes o mártires pasados. Aunque podemos
apreciar a algunos de ellos en esta exposición, al recorrer y examinar las diferentes obras descubrimos a
personajes comunes, o provenientes de categorías socioeconómicas desfavorecidas.
El espectador, entonces, encuentra en cada pieza la cotidianidad e intimidad de momentos
diarios de la realidad, en la que además podemos reconocer ciertos objetos emblemáticos de nuestra
cultura.
Renacho Melgar decide retratar en su mayoría a personas olvidadas, invisibilizadas o silenciadas
por la sociedad, (prostitutas, vendedores, migrantes, indigentes, drogadictos, comunidad LGTB, entre
otros).
Estos anti-héroes suelen ser protagonistas de noticias trágicas o polémicas en informes del
periódico o de la televisión; seres humanos complejos o sencillos que viven su día a día entre el olvido, la
discriminación, la pobreza o la violencia.
En ese contexto, las composiciones que encontramos en esta exposición mezclan de manera
fluida y natural, los personajes contemporáneos con el resto de protagonistas, mitológicos, literarios o
religiosos.
Podemos agregar que el artista logra, de esta manera, sacralizar e inmortalizar lo desagradable,
lo común y lo profano, velando cuidadosamente en conservar elementos que conectan a estas figuras
contemporáneas con la realidad, representándolas con sus imperfecciones y defectos. Todo esto,
mientras otros protagonistas, como algunas personalidades públicas, se vuelven más polémicas y de
cierta forma, degradadas en cuanto a su función o significado.
Es posible concluir, entonces, que, a través de un proceso de yuxtaposición, integración,
reapropiación y comparación, Renacho Melgar transforma a estos hombres, mujeres y niños en héroes
modernos, como lo han hecho también algunos poetas y autores del realismo literario de América Latina.
Por otra parte, la muestra denota, a su vez, una fuerte similitud y acercamiento con algunas
corrientes literarias como la pintura europea del siglo XIX, en la cual muchos de los artistas se atrevieron
a plasmar en composiciones monumentales a simples campesinos e individuos del pueblo en sus luchas
políticas o cotidianas, persiguiendo los mismos sueños, y que, pintados de manera “académica”, sirven
de excusa para poder ser representados en estos grandes formatos. Algunos de estos artistas utilizaron
sus obras como un instrumento para denunciar y describir las luchas y realidades sociales de su época,
alejándose de la representación monumental que imperaba en ese momento, en las cuales las piezas
estaban reservadas a temas históricos, religiosos o mitológicos.
En ese contexto, recordemos la referencia y la explicación de Delacroix al momento de exponer
su cuadro “Escenas de la matanza de Quíos” en el salón de 1824, en el cual podíamos leer en el libreto
de presentación: “Obra directamente inspirada de los periódicos del momento”.
Podríamos, además, mencionar entre otros al escritor Víctor Hugo, que ambienta su obra “Los
miserables” en un contexto urbano, en la cual describe con gran sensibilidad a los vulnerables y
desprotegidos.
Renacho Melgar logra, de igual manera, visibilizar a estas sombras errantes y molestas que
encarnan esa realidad contemporánea que incomoda. La manera de abordar y combinar estos temas y
personajes es poco habitual en las propuestas actuales de la pintura salvadoreña.
Si intentamos encontrar alguna semejanza o analogía nos damos cuenta que, en las obras existentes, no
encontramos referencias explícitas a la pintura europea clásica y si existen son muy escasas y sutiles.
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Las que se inspiran en la realidad, en la herencia nacional (ya sea histórica, religiosa o mitológica),
evocan más folklor o nostalgia de un pasado post-colonial o prehispánico. Muchas de ellas se conciben
con un propósito memorial. Otras simplemente se presentan como obras puramente decorativas.
Podemos decir también que existe una visión, en su mayoría, subjetiva e idealizada en la pintura
salvadoreña actual al momento de representar el pasado y presente de nuestro país. Como resultado, la
historia y la realidad se glorifican, mostrando únicamente aspectos agradables o edulcorados, invitando
así al espectador a enorgullecerse de su país.
Estos temas son, a pesar de todo, parte importante de
Estos temas son, a pesar de todo, parte importante de nuestra identidad, y necesitan ser
evocados, como nos lo recuerda también Renacho en algunas de sus pinturas exhibidas en esta
muestra.
Para finalizar notamos que esta exposición nos invita a reflexionar sobre nuestra visión del otro,
sobre nuestro mundo y su complejidad, mientras nos adentramos poco a poco en un recorrido original a
través de obras emblemáticas y muy bien reinterpretadas de la historia del arte.
Es a la vez un viaje didáctico, artístico y literario entre el pasado y el presente, entre la imaginación, y la
realidad, presentado con un estilo más comprometido y elaborado que nos incita a volver a ver la pintura
por lo que siempre fue: un arte que nos hace maravillarnos, imaginar, interpretar, debatir, filosofar, viajar
y sentir.
Esta exposición será, probablemente, criticada por muchos de polémica e irreverente, mientras
que otros no querrán advertir su verdadero valor y especularán que revela temas poco nobles o poco
originales. También estarán aquellos que la reducirán y la acusarán de ser una simple apología de la
pintura y literatura europea. Sin embargo, aún en medio de la polémica o la crítica, las piezas
monumentales de Renacho Melgar son resultado de un arduo trabajo, que denotan una transformación
estética, un compromiso socio-cultural y artístico, los cuales nos sumergen en una narrativa histórica,
intelectual, social y literaria apasionante, en la que el espectador puede por sí mismo sacar sus propias
impresiones, dudas, interrogantes, asociaciones y críticas de la mano del artista, que con su mirada, nos
invita a entrar en sus cuadros y experimentar su visión del mundo y del arte, convirtiéndonos en
espectadores activos, en protagonistas, y por qué no, en héroes e historiantes de esta experiencia visual
que nos convida a usar todos nuestros sentidos. Una visita que no dejará a nadie indiferente.
Claudia Soriano
Historiadora del Arte
Imágenes de la Muestra